De manera semejante a como se
confunde economía con negocios, se confunde trabajo con empleo, talento con
conocimientos y experiencia adquirida, y la carrera profesional con el camino
que nos conviene en la vida. De alguna forma las necesidades de la población y
la organización de recursos de las que hace uso la sociedad para satisfacerlas
han ido estableciendo una sugerente asociación de palabras, un desarrollo del
lenguaje que estructura significados y da vida a la cultura, un
proceso hipnótico del que no nos damos cuenta pero que influye en nuestro
enfoque de la realidad y nuestras posibilidades de intervención en ella. ¿Qué
sucede cuando la sociedad ha conseguido cubrir las necesidades para las que se
desarrolló una cultura especifica? Que las necesidades han cambiado, las formas
de proceder antiguas pierden su validez y al mismo tiempo seguimos prisioneros
de esquemas mentales que no nos permiten vislumbrar más allá. El lenguaje y el
valor de las palabras como viene siendo usado se muestra insuficiente para
crear una nueva realidad. Existe falta de futuro hasta que despertemos del
trance hipnótico en el que nos ha sumido la cultura ¿Se preguntará el lector
que tiene que ver esto con la economía? La respuesta es sencilla aunque no
obvia: la economía no es más que la gestión y administración de valores,
justamente esos intangibles que expresamos a través del lenguaje y que residen
en nuestro inconsciente. 
Las paradojas de la vida siempre se muestran en cómo
hacemos uso del lenguaje. Cuando se dice no hay trabajo, no es que no haya
trabajo que es un recurso abundante pues es inherente a toda persona, es que
hay escasez de fórmulas capaces de convertir el rendimiento del trabajo en
ingresos suficientes para vivir de acuerdo a las expectativas creadas. Esto es
lo que consideramos empleo, bien sea en sus variantes de autoempleo o de forma
asalariada. Desde esta panorámica, el empleo asociado a una expectativa de
vivir se convierte en un codiciado fin. Y en el logro de este fin la población
compite adquiriendo conocimientos o certificados de títulos y experiencia, algo
que las empresas vienen revistiendo con la elegancia de la palabra talento. Si
el talento es la fórmula por excelencia de la productividad, hace fácil y con
soltura lo que a otros les cuesta, ¿cómo es que es escasamente remunerado? Y es
que el talento poco tiene que ver con la maestría alcanzada por el esfuerzo y
mucho que ver con ese patrón innato y único de la organización de la capacidad
humana en cada individuo, singularizándole y haciéndole un maestro en el hacer
de determinadas funciones desde su nacimiento. El talento es en sí mismo
económico por naturaleza (rinde mucho, cuesta poco y se mantiene motivado
intrínsecamente en su quehacer) y es un regalo poco requerido en la
organización humana salvo para determinados puestos y equipos que marcan la
diferencia. Esa distinción funcional que emerge desde el talento no solo
especializa al sujeto de forma natural sino que marca y pone rumbo a su camino
en la vida asignando a cada individuo su espacio natural en la sociedad humana,
ese donde es competente ofreciendo un servicio útil para cubrir las necesidades
de sus semejantes. Bien lo exponía Santa Teresa en Las Moradas: “es mucho
atrevimiento que quiera escoger yo camino, sin saber el que conviene más, sino
dejar al Señor que me conoce que me lleve por el que me conviene, para que todo
haga su voluntad”. De aquí que la economía parte de los dones recibidos y el
uso que hacemos de ellos. Recuérdese la rentabilidad de esta economía del
talento en la parábola de los talentos que nos habla de los frutos que rinden
si invertimos en ellos: al que tiene se le dará y al que lo entierre se le
quitará. Y medite el lector sobre su aplicación a los tiempos que corren. ¿Qué
hace esta organización económica con los dones de su población? La economía no
es un negocio, que es la negación del ocio, sino ocio y gozo del regalo de la
vida. Un regalo que disfrutan aquellos que profesan su vocación, ese camino al
que nos abre el talento. Invirtiendo en el camino de la vocación nos
proporcionamos la mejor vida a la que podemos aspirar y contribuimos a hacer de
este mundo un lugar más agradable y mejor en el que vivir, desligados de
envidias y esas ansias de reconocimiento que tanto abundan.
Mal negocio
en la vida es invertir nuestros esfuerzos y nuestra carrera profesional en unas
expectativas que no son las nuestras. Mal negocio es adquirir títulos,
certificados, conocimientos y experiencias con el único fin de hacer de la vida
un negocio rentable en términos monetarios. Siguiendo esta ruta nos olvidamos
que la mejor economía es la que nos ofrece nuestra propia naturaleza: la del
talento, el valor más escaso y útil de cuantos existen. Ya decía Albert
Einstein “que lo importante no es conocer el mundo, sino encontrar nuestro
camino en él”. Y esto es posible cuando se comienza a escucharse a uno mismo, a
conocerse y a despertar al trance colectivo en que nos mantiene la cultura. Cuando
esto ocurre el lenguaje utilizado va variando y vamos abriéndonos a las
posibilidades de crear una realidad distinta acorde a nuestras necesidades y a
las de quienes comparten el regalo de la vida a nuestro alrededor. El futuro es
posible y se irá creando a si mismo siguiendo cada cual su propio camino, ese
que corresponde al talento propio, íntimo y natural. Todos tenemos cabida en
este mundo. Hay una frase del Lao Tse en el Tao Te King que me encanta, y nos
pone en contacto con la magia de la creación y la vida a través del talento: 
“Cuando
tu encuentres el camino 
Otros te encontrarán a ti. 
Al pasar por el camino 
Serán
atraídos hasta tu puerta 
Y el camino que no puede oírse 
Resonará en tu voz 
Y el
camino que no puede verse 
Se reflejará en tus ojos”  
Existen muchas vías de
autoconocimiento para encontrar el camino propio y tomar conciencia de los
dones que portamos, pero hay una que te va a sorprender basada en el lenguaje
de la hipnosis y los sueños. ¿Qué mejor manera de desenmascarar la paradoja de
la existencia que allí donde creamos nuestra realidad sin darnos cuenta? En Arqueologíadel Talento y la Academia de Hipnosis & Sueños ponemos
nuestro talento y vocación al servicio de la economía del talento, de la
creación del futuro, ese que se construye entre todos desde los valores
intangibles.