Para la realización de su obra, el
talento que nos ha sido otorgado ha de seguir su propio camino estratégico, en
el cual hay momentos de prueba para colocarnos debidamente en la posición que
nos va a permitir avanzar. Estas circunstancias a veces incomprensibles, a
veces tan duras y difíciles que no desearíamos que se hubiesen presentado en
nuestras vidas, son, sin embargo, necesarias y las más propicias para
congraciarnos y encontrarnos con el talento y nuestro lugar en el mundo. No
todo es elección de uno mismo en la vida, las condiciones vienen dadas y hemos
de afrontarlas para hacer aflorar nuestro talento. Bien lo dejó expresado
Ortega y Gasset en su célebre frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la
salvo a ella no me salvo yo”. El talento como la rosa tiene sus convenientes espinas
antes de florecer. La historia de Yuri Kukláchev es bien ilustrativa de ello.
talento que nos ha sido otorgado ha de seguir su propio camino estratégico, en
el cual hay momentos de prueba para colocarnos debidamente en la posición que
nos va a permitir avanzar. Estas circunstancias a veces incomprensibles, a
veces tan duras y difíciles que no desearíamos que se hubiesen presentado en
nuestras vidas, son, sin embargo, necesarias y las más propicias para
congraciarnos y encontrarnos con el talento y nuestro lugar en el mundo. No
todo es elección de uno mismo en la vida, las condiciones vienen dadas y hemos
de afrontarlas para hacer aflorar nuestro talento. Bien lo dejó expresado
Ortega y Gasset en su célebre frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la
salvo a ella no me salvo yo”. El talento como la rosa tiene sus convenientes espinas
antes de florecer. La historia de Yuri Kukláchev es bien ilustrativa de ello.
Quizás este nombre no le diga a
nada, a menos que usted sea ruso, aficionado al circo o a los gatos. Supe del
Teatro de los Gatos de Moscú leyendo una de las últimas obras de Fernando
Sánchez-Dragó y poco después me encontré con una entrevista a su fundador Yuri
Kukláchev en la que relata su Camino del Corazón. La siguiente historia llena
de vida tiene sus propias espinas, es “un camino duro en el que siempre obedecí
los dictados del corazón” como reveló el payaso ruso, sin maquillaje, en una de
sus Lecciones de Bondad dirigidas a menores recluidos en centros de
internamiento.
nada, a menos que usted sea ruso, aficionado al circo o a los gatos. Supe del
Teatro de los Gatos de Moscú leyendo una de las últimas obras de Fernando
Sánchez-Dragó y poco después me encontré con una entrevista a su fundador Yuri
Kukláchev en la que relata su Camino del Corazón. La siguiente historia llena
de vida tiene sus propias espinas, es “un camino duro en el que siempre obedecí
los dictados del corazón” como reveló el payaso ruso, sin maquillaje, en una de
sus Lecciones de Bondad dirigidas a menores recluidos en centros de
internamiento.
El payaso aún se acuerda de
cuando teniendo siete años un tío suyo le preguntó «Yuri, dime ¿para qué
has venido a este mundo?». “Con el fin de vivir” le respondió. «Es
comprensible. Pero, ¿quién quieres ser?” volvió a preguntarle. El niño no
sabía. Y el tío le propuso «Piense que usted se convierte en la vida».
El pequeño Yuri no durmió aquella noche probándose, jugó mentalmente con ejercer
diferentes profesiones pero no dio con la respuesta que encajaba con el molde
que le llenaba de vida y pasó largo tiempo pensando en ello. No encontraba una
respuesta a esta cuestión que llegó a obsesionarle como si de una pesadilla se
tratara. Como recuerda, aquella situación le hizo tomar conciencia de que “no
había de vivir en vano”.
cuando teniendo siete años un tío suyo le preguntó «Yuri, dime ¿para qué
has venido a este mundo?». “Con el fin de vivir” le respondió. «Es
comprensible. Pero, ¿quién quieres ser?” volvió a preguntarle. El niño no
sabía. Y el tío le propuso «Piense que usted se convierte en la vida».
El pequeño Yuri no durmió aquella noche probándose, jugó mentalmente con ejercer
diferentes profesiones pero no dio con la respuesta que encajaba con el molde
que le llenaba de vida y pasó largo tiempo pensando en ello. No encontraba una
respuesta a esta cuestión que llegó a obsesionarle como si de una pesadilla se
tratara. Como recuerda, aquella situación le hizo tomar conciencia de que “no
había de vivir en vano”.
Un día su padre apareció en casa con
un televisor. Al encenderlo estaba Charlie Chaplin en la pantalla. ¡Le gustó
tanto! Se reía tanto que en algún momento, se levantó y comenzó a hacer el payaso.
Escuchó risas a su alrededor y sintió la calidez de esa risa. Estaba tan feliz
que dijo: «¡Lo encontré! ¡Lo he encontrado! «. Se había dado cuenta por
sí mismo de lo que iba a hacer en la vida, “había encontrado el negocio que le
era agradable a su corazón”. Tenía ocho años de edad cuando supo que en el
residía la “¡voluntad de payaso!” A partir de ese momento supo cuál era su
misión y tenía que ejecutarla.
un televisor. Al encenderlo estaba Charlie Chaplin en la pantalla. ¡Le gustó
tanto! Se reía tanto que en algún momento, se levantó y comenzó a hacer el payaso.
Escuchó risas a su alrededor y sintió la calidez de esa risa. Estaba tan feliz
que dijo: «¡Lo encontré! ¡Lo he encontrado! «. Se había dado cuenta por
sí mismo de lo que iba a hacer en la vida, “había encontrado el negocio que le
era agradable a su corazón”. Tenía ocho años de edad cuando supo que en el
residía la “¡voluntad de payaso!” A partir de ese momento supo cuál era su
misión y tenía que ejecutarla.
Reflexiona y dice “todos venimos
a este mundo para cumplir su misión. Todos hemos sido elegidos para una
misión que nos conduce a encontrar el propio don y nos da la oportunidad de
encontrar un trabajo en beneficio de las personas”. Yo tuve la suerte de
encontrarlo pero eso no quiere decir que todo fuera a ser simple y fácil a
partir de ahí. Amaba ser payaso, tenía el don, pero esa promesa que residía en
él había de crecer hasta madurar y dar frutos. Él era el amo de sí mismo y se
puso a ello.
a este mundo para cumplir su misión. Todos hemos sido elegidos para una
misión que nos conduce a encontrar el propio don y nos da la oportunidad de
encontrar un trabajo en beneficio de las personas”. Yo tuve la suerte de
encontrarlo pero eso no quiere decir que todo fuera a ser simple y fácil a
partir de ahí. Amaba ser payaso, tenía el don, pero esa promesa que residía en
él había de crecer hasta madurar y dar frutos. Él era el amo de sí mismo y se
puso a ello.
Aspiró a entrar en la escuela del
circo, lo intentó varias veces sin ser aceptado. Las oportunidades, hasta
siete, pasaban. Sabía que era un payaso. “¿Qué tipo de payaso?” me preguntaban
y se reían de mí en la cara. No lo sabía. Llevaba cuatro años pretendiendo ser
admitido en la escuela circense y cada intento fallido era una humillación.
Estaba deprimido. No tomaba alcohol pero tal era es mi estado de abandono que
un día mi padre me lanza: «Qué hijo, ¿bebiste?», «No papá, es
que no tengo a nadie en quien confiar.», entonces me dijo «estás
equivocado. Conozco a un hombre que cree en ti. Soy yo, tu padre”. Y me
salvó. Me di cuenta de que el deseo de convertirme en un payaso era tan grande
que nadie lo podía romper, estaba tan seguro de mí mismo que supe que no había
poder más grande que el que tengo dentro. Supliqué al universo que me
ayudara. Creo que cada fibra de mi cuerpo envió este mensaje: «¡Señor, ayúdame
a realizar mi sueño! ¡Ayúdame a ser quien soy!” Y sólo dos días después me
encontré en el autobús con una niña que entrenaba en el circo nacional. Ella
no sabía de mi afición pero aquella conversación casual en el transporte
público me dirigió hacia mi espacio. Ella me llevó al gimnasio donde practicaba,
había de todo: trapecio, esteras, malabares, trampolines, alambre,…. Pensé,
“gracias a Dios, tengo todo lo que debería tener”. En silencio y con persistencia
comencé a practicar, a trabajar día tras día. A los 16 años gané el concurso de
aficionados dedicado a los 50 años de poder soviético, convirtiéndome en el
primer payaso de la Unión Soviética. Fue así como conseguí entrar en la escuela
de circo.
circo, lo intentó varias veces sin ser aceptado. Las oportunidades, hasta
siete, pasaban. Sabía que era un payaso. “¿Qué tipo de payaso?” me preguntaban
y se reían de mí en la cara. No lo sabía. Llevaba cuatro años pretendiendo ser
admitido en la escuela circense y cada intento fallido era una humillación.
Estaba deprimido. No tomaba alcohol pero tal era es mi estado de abandono que
un día mi padre me lanza: «Qué hijo, ¿bebiste?», «No papá, es
que no tengo a nadie en quien confiar.», entonces me dijo «estás
equivocado. Conozco a un hombre que cree en ti. Soy yo, tu padre”. Y me
salvó. Me di cuenta de que el deseo de convertirme en un payaso era tan grande
que nadie lo podía romper, estaba tan seguro de mí mismo que supe que no había
poder más grande que el que tengo dentro. Supliqué al universo que me
ayudara. Creo que cada fibra de mi cuerpo envió este mensaje: «¡Señor, ayúdame
a realizar mi sueño! ¡Ayúdame a ser quien soy!” Y sólo dos días después me
encontré en el autobús con una niña que entrenaba en el circo nacional. Ella
no sabía de mi afición pero aquella conversación casual en el transporte
público me dirigió hacia mi espacio. Ella me llevó al gimnasio donde practicaba,
había de todo: trapecio, esteras, malabares, trampolines, alambre,…. Pensé,
“gracias a Dios, tengo todo lo que debería tener”. En silencio y con persistencia
comencé a practicar, a trabajar día tras día. A los 16 años gané el concurso de
aficionados dedicado a los 50 años de poder soviético, convirtiéndome en el
primer payaso de la Unión Soviética. Fue así como conseguí entrar en la escuela
de circo.
Parecía que todas las dificultades
habían quedado atrás. Pero no fue así, aún le esperaba una prueba mayor. Había
ingresado en la Escuela de Circo y al poco tiempo caí en la formación del banco
rompiéndome la pierna. El nervio tibial se había cortado y los médicos me
hicieron saber que era probable que se mantendría sin sensibilidad de por vida.
Me operaron y me aconsejaron que esperara pacientemente, “si la pierna empieza a doler, a continuación, el nervio se restaurará. En caso contrario la
pierna quedará desactivada». Vino el dolor, un dolor punzante y
agudo, constante. Era terrible, comenzaba en el pie y se expandía a lo largo
del cuerpo hasta el cuello ahogándome. Me prescribieron morfina y la droga
comenzó a apuñalar día tras día a ese joven de dieciséis años que era. Dependía
de ella, bastan tres inyecciones para crear la adicción y me habían prescrito
quince. Un día mi madre se asustó «Hijo, ¿qué te ocurre? ¿Qué están
haciendo aquí contigo » Al saber que era la morfina, me dijo:» ¿No
querías ser un artista? ¡Así nunca lo vas a ser! Te vas a convertir
en un don nadie, esto no te llevará a ninguna parte». Se fue
llorando del hospital. “Llegó la noche. Las enfermeras vinieron a ponerme
otra dosis de la droga y me negué. El dolor se intensificó, me ardía todo
el cuerpo, no podía respirar. Fue una noche espantosa, de horror. A
las seis de la mañana, sólo, me quedé dormido. Pero esa noche me ganó para
el propósito que tenía en la vida. No había otra manera de convertirse en
un artista”. Regresé a la Escuela del Circo con muletas y no querían allí una
persona con discapacidad. El director de la escuela recibió una solicitud
pidiendo mi expulsión tras lo cual reunió una Comisión y me hizo llamar. Me
enseñó el documento. “Solo quiero aprender, no quiero que gobiernen mi vida”
reclamé y delante de quienes habían exigido mi expulsión el director rompió la
solicitud diciendo “mientras yo esté aquí, este niño va a aprender. Él tiene un
corazón de payaso” Gracias a él, me gradué.
habían quedado atrás. Pero no fue así, aún le esperaba una prueba mayor. Había
ingresado en la Escuela de Circo y al poco tiempo caí en la formación del banco
rompiéndome la pierna. El nervio tibial se había cortado y los médicos me
hicieron saber que era probable que se mantendría sin sensibilidad de por vida.
Me operaron y me aconsejaron que esperara pacientemente, “si la pierna empieza a doler, a continuación, el nervio se restaurará. En caso contrario la
pierna quedará desactivada». Vino el dolor, un dolor punzante y
agudo, constante. Era terrible, comenzaba en el pie y se expandía a lo largo
del cuerpo hasta el cuello ahogándome. Me prescribieron morfina y la droga
comenzó a apuñalar día tras día a ese joven de dieciséis años que era. Dependía
de ella, bastan tres inyecciones para crear la adicción y me habían prescrito
quince. Un día mi madre se asustó «Hijo, ¿qué te ocurre? ¿Qué están
haciendo aquí contigo » Al saber que era la morfina, me dijo:» ¿No
querías ser un artista? ¡Así nunca lo vas a ser! Te vas a convertir
en un don nadie, esto no te llevará a ninguna parte». Se fue
llorando del hospital. “Llegó la noche. Las enfermeras vinieron a ponerme
otra dosis de la droga y me negué. El dolor se intensificó, me ardía todo
el cuerpo, no podía respirar. Fue una noche espantosa, de horror. A
las seis de la mañana, sólo, me quedé dormido. Pero esa noche me ganó para
el propósito que tenía en la vida. No había otra manera de convertirse en
un artista”. Regresé a la Escuela del Circo con muletas y no querían allí una
persona con discapacidad. El director de la escuela recibió una solicitud
pidiendo mi expulsión tras lo cual reunió una Comisión y me hizo llamar. Me
enseñó el documento. “Solo quiero aprender, no quiero que gobiernen mi vida”
reclamé y delante de quienes habían exigido mi expulsión el director rompió la
solicitud diciendo “mientras yo esté aquí, este niño va a aprender. Él tiene un
corazón de payaso” Gracias a él, me gradué.
Era un payaso, era el mismo payaso
que todos los demás, el payaso habitual que sabía todos los géneros y que puede
encontrarse en cualquier parte. Nada especial. Esa no era la orientación que
sentía debía dar a su trabajo. ¿Cuál era entonces? No lo sabía y no daba con
ella, estaba otra vez perdido. La vida puso en su camino un gatito desgraciado,
flaco, mojado y ciego que clamaba lastimosamente. Lo encontré en la calle, lo
llevé a casa, le alimenté, lavé y cuidé. El me ayudó a encontrarme conmigo
mismo. ¡Claro! pensé, ¡nadie en el mundo tenía un número con gatos, nadie sabía
cómo entrenarlos! Se puso manos a la obra y como todos antes de él no
conseguía domesticar al indómito felino. A pesar de su terquedad no logró adiestrar al gato, la
voluntad de un gato no se puede doblegar. Entonces me di cuenta que yo no era
un gato y empecé a entrenarme a mí mismo, buscando lo que más le gustaba al minino.
Un día, al llegar a casa, el gato había desaparecido. Busqué por toda la casa.
No aparecía. Seguí buscando por la cocina, lo mismo; entonces el gato tiró la
tapa de la olla y allí dentro estaba. Fue cuando me di cuenta ¡Eso era todo! ¡Ahí
estaba mi número! Así nació el “gato y el cocinero” el número con el que recorrió
el mundo entero y recibió todos los premios de mundo circense (y que puedes ver en el vídeo al final de este post). La clave no era
amaestrar gatos sino permitirles jugar para descubrir el talento único de cada
minino y hacer un número a la medida de cada uno de ellos.
que todos los demás, el payaso habitual que sabía todos los géneros y que puede
encontrarse en cualquier parte. Nada especial. Esa no era la orientación que
sentía debía dar a su trabajo. ¿Cuál era entonces? No lo sabía y no daba con
ella, estaba otra vez perdido. La vida puso en su camino un gatito desgraciado,
flaco, mojado y ciego que clamaba lastimosamente. Lo encontré en la calle, lo
llevé a casa, le alimenté, lavé y cuidé. El me ayudó a encontrarme conmigo
mismo. ¡Claro! pensé, ¡nadie en el mundo tenía un número con gatos, nadie sabía
cómo entrenarlos! Se puso manos a la obra y como todos antes de él no
conseguía domesticar al indómito felino. A pesar de su terquedad no logró adiestrar al gato, la
voluntad de un gato no se puede doblegar. Entonces me di cuenta que yo no era
un gato y empecé a entrenarme a mí mismo, buscando lo que más le gustaba al minino.
Un día, al llegar a casa, el gato había desaparecido. Busqué por toda la casa.
No aparecía. Seguí buscando por la cocina, lo mismo; entonces el gato tiró la
tapa de la olla y allí dentro estaba. Fue cuando me di cuenta ¡Eso era todo! ¡Ahí
estaba mi número! Así nació el “gato y el cocinero” el número con el que recorrió
el mundo entero y recibió todos los premios de mundo circense (y que puedes ver en el vídeo al final de este post). La clave no era
amaestrar gatos sino permitirles jugar para descubrir el talento único de cada
minino y hacer un número a la medida de cada uno de ellos.
Yuri decidió abandonar el circo y
crear su propio teatro. ¡Un teatro de gatos! Tenía la idea clara pero el tiempo
pasaba y seguía sin un espacio donde llevarlo a cabo. Corría el año 1990 y
desde los Estados Unidos le enviaron un contrato para establecerse allí. Insistían
pero él no quería abandonar Rusia. La situación se convirtió en desesperada,
todo iba camino de perderse. Hasta que un día en la cama escuchó la voz
interior del sueño que le despertó:
crear su propio teatro. ¡Un teatro de gatos! Tenía la idea clara pero el tiempo
pasaba y seguía sin un espacio donde llevarlo a cabo. Corría el año 1990 y
desde los Estados Unidos le enviaron un contrato para establecerse allí. Insistían
pero él no quería abandonar Rusia. La situación se convirtió en desesperada,
todo iba camino de perderse. Hasta que un día en la cama escuchó la voz
interior del sueño que le despertó:
– ¿Qué te miente? ¿Qué te pierde? ¡Obtener las cosas rápidamente y correr!
– En caso de correr ¿A dónde? Al Ayuntamiento de Moscú.
– ¿Por qué al Ayuntamiento de Moscú? No quiera saber y vaya. ¡El
tiempo se acaba!
tiempo se acaba!
Me levanté, cogí el coche y me
fui directo al Ayuntamiento de Moscú. Entré en el edificio e
inmediatamente me topé con el alcalde. «¡Hola!, le dije. Necesito
ayuda. Me ha llegado un contrato para trabajar en Estados Unidos. Si
acepto, no regreso. Mis hijos aprenderán allí, seré propietario de una
casa y la economía me irá bien. Pero yo quiero estar aquí. Por el
amor de Dios, deme una habitación en la que hacer mi teatro de los gatos». Y
de repente dijo a uno de sus subordinados «Sí, le das una sala de
cine.» Y así fue, sin sobornar con chocolates, champán, sin rublos de por medio,
me dieron un espacio de 2000 metros cuadrados en el centro de Moscú. Y el
Teatro de los gatos comenzó a funcionar de esto ya hace 25 años, apoyado por
gente buena. Incluso el banco me ayudó a obtener la licencia.
fui directo al Ayuntamiento de Moscú. Entré en el edificio e
inmediatamente me topé con el alcalde. «¡Hola!, le dije. Necesito
ayuda. Me ha llegado un contrato para trabajar en Estados Unidos. Si
acepto, no regreso. Mis hijos aprenderán allí, seré propietario de una
casa y la economía me irá bien. Pero yo quiero estar aquí. Por el
amor de Dios, deme una habitación en la que hacer mi teatro de los gatos». Y
de repente dijo a uno de sus subordinados «Sí, le das una sala de
cine.» Y así fue, sin sobornar con chocolates, champán, sin rublos de por medio,
me dieron un espacio de 2000 metros cuadrados en el centro de Moscú. Y el
Teatro de los gatos comenzó a funcionar de esto ya hace 25 años, apoyado por
gente buena. Incluso el banco me ayudó a obtener la licencia.
Yuri Kukláchev termina su “lección
de bondad” haciendo hincapié en que es importante que cada uno de nosotros nos encontremos
a nosotros mismos, que cada uno entienda su misión y la viva honestamente. «El
secreto es escuchar tu corazón pero no espere que todo vaya a ser fácil. En
algunos momentos va a ser incómodo y muy duro pero si no fuese así nada se te
daría». La estrategia del talento siempre florece, como una bella flor,
como una rosa con espinas. Sin embargo quienes abandonan la promesa que
albergan y toman como suyos derroteros que no les corresponden acaban creciendo
con espinas sin llegar a florecer.
de bondad” haciendo hincapié en que es importante que cada uno de nosotros nos encontremos
a nosotros mismos, que cada uno entienda su misión y la viva honestamente. «El
secreto es escuchar tu corazón pero no espere que todo vaya a ser fácil. En
algunos momentos va a ser incómodo y muy duro pero si no fuese así nada se te
daría». La estrategia del talento siempre florece, como una bella flor,
como una rosa con espinas. Sin embargo quienes abandonan la promesa que
albergan y toman como suyos derroteros que no les corresponden acaban creciendo
con espinas sin llegar a florecer.
Al hilo del hermoso relato del
talento del payaso ruso Yuri Kukláchev, de esta gran historia de vivir basada en el talento y
el rencuentro con uno mismo para avanzar en el desarrollo y realización del
sueño que somos, viene a mi memoria el momento en el que paseando por las
sendas de la Sierra de Guadarrama Ortega tuvo la claridad que dejó plasmada en
su famosa frase y que con otras palabras recoge el poema del Premio Nobel de
Literatura Imre Kertesz:
talento del payaso ruso Yuri Kukláchev, de esta gran historia de vivir basada en el talento y
el rencuentro con uno mismo para avanzar en el desarrollo y realización del
sueño que somos, viene a mi memoria el momento en el que paseando por las
sendas de la Sierra de Guadarrama Ortega tuvo la claridad que dejó plasmada en
su famosa frase y que con otras palabras recoge el poema del Premio Nobel de
Literatura Imre Kertesz:
“No olvides el sueño que te ha
hecho nacer,
hecho nacer,
no olvides la promesa que alberga esta vida,
no olvides que esta promesa plantea condiciones,
es más que debes buscar el cumplimiento de la promesa únicamente en el
cumplimiento de las condiciones”
cumplimiento de las condiciones”
Y revivo la memoria de muchos que
en su viaje interior se acercaron a Arqueología del Talento para rencontrarse
con su don, su misión y superar las pruebas que enfrentan en el camino escuchando
la voz de su corazón en el sueño hipnótico. Todos ellos son un guion de vida único,
útil y emocionante, una maravillosa promesa en curso
de realización que florecerá a pesar de las espinas que crezcan en el camino.
en su viaje interior se acercaron a Arqueología del Talento para rencontrarse
con su don, su misión y superar las pruebas que enfrentan en el camino escuchando
la voz de su corazón en el sueño hipnótico. Todos ellos son un guion de vida único,
útil y emocionante, una maravillosa promesa en curso
de realización que florecerá a pesar de las espinas que crezcan en el camino.